-Te diría que te conozco desde que naciste. Sin embargo, sé
muy bien que te conozco desde hace poco, y cada día un poco más. Estás un poco
más viejo… se nota en la desprolijidad de tu barba. Siempre tuviste reticencia
a afeitarte, sin embargo estos últimos tiempos esa reticencia creció en forma
exponencial. Sos un desastre… pero no te importa. Eso me da gracia…
Hice una mueca, una semi sonrisa hacia mi derecha. Y él la
repitió al mismo tiempo hacia la izquierda.
Esa mueca se transforma en una expresión de dolor, debido a
un retorcijón de estómago. Él odiaba esos retorcijones… sobretodo porque era
imposible hacer algo al respecto, más que esperar a que se pasen. Consuelo de
pobres, pero efectivo, era pensar que otros estaban peor. Podrías salir de ese
lugar en ese mismo momento y enfrentarte a sus compañeros de trabajo de la
misma manera que siempre. Pero ninguno se preocuparía. Como siempre. Dominabas
muy bien tu expresión de bienestar apócrifo.
Mientras lo pensaba... lo practicaba como por inercia.
Estar rodeado de gente. Y que ninguno se dé cuenta que tenés
una enfermedad que te duele. Y te gustaría que te abracen y te curen con
palabras de aliento. Y que te dejen irte a tu casa para poder despejarte viendo
una película o algo. Pero sabés que no va a pasar.
Excelente definición de soledad.
Y viajar en el tren, darle unas monedas a un tipo con SIDA.
Cederle el asiento a una señora mayor. Dedicarle una sonrisa a un niño que está
llorando y calmarlo. Mientras te agarrás de donde podés y apretás fuerte, para
que el dolor de panza no se mezcle con el de cabeza. Y bajarte en Constitución
y sentir que te metieron la mano en el bolsillo para robarte lo que ganaste con
mucho esfuerzo. Y sentir asco por gente así. Y náuseas, como siempre. Pero
seguís caminando con paso firme y espíritu cansado, resignado hasta la
coronilla.
Y pagar el subte con tu sube, mientras los demás saltan los
molinetes. Y ver cómo te tiembla la mano como es usual. Y hacerle caso omiso
como es usual. Y sentarse en el primer asiento que encontrás, ya que estás
agotado. Como es usual. Y saber que tu tarde recién comienza… mientras cedes de
nuevo el asiento, y te empujan cada 2 segundos.
Y otra vez, soledad.
Y tener a tus amigos lejos. No ver a tu familia. Llegar
cansado y con sueño a tu casa y pelear con tu mujer. Y sentir que tu vida no va
a ningún lado.
Hacer cuentas, y saber que de los 10 años de expectativa de
vida, ya pasaron 3… y llorar.
Parpadeo, al igual que el reflejo. Y siento que me vibra el
celular.
Es un mensaje de Whatsapp. Pily.
-“Te amo Pupe…”
Y sonrío de oreja a oreja, pensando qué le puedo responder
original para poder enamorarla de nuevo. Y salgo del baño, dejando sólo a ese
pobre chico del espejo… que no existe. Y que me envidia por tener una vida tan
bonita…