lunes, 15 de septiembre de 2014

Solo un dantzari.

Soy solo un dantzari...

Pero me gusta pensar que tambien soy un transmisor de cultura.
Yo sé que la danza es parte esencial en la cultura, porque la danza es ritual, es fiesta, y es sociedad. Yo sé de donde es el Baile de la Era, sé en honor a qué virgen se baila el ciclo de Ochagavía, y sé el significado del Agurra.
Sé dónde está Lesaka, sé como enseñan las danzas juego, y sé la historia de la sociedad gracias a las modificaciones en los bailes.
Sé tocar el txistu y el tamboril, la gaita y la txalaparta, e incluso de dónde salieron esos instrumentos.
Sé quien es Indurain, y sé los deportes mas practicados de la región. Sé como se llama y como se llamaba el estadio del Osasuna, e incluso el significado del nombre. Sé sus canciones de cancha.
Sé jugar a la pelota paleta, e incluso las reglas de otros juegos con frontón.
Sé quién fué Sancho el Fuerte, cómo se fundó Pamplona y por qué fué asignado ese nombre.
Sé las merindades, sus capitales, y sus características principales.
Sé qué son cada símbolo del escudo, en dónde especifica como es la bandera, y sé la letra del Himno a Navarra.
Sé lo que son los fueros, y sé las dimensiones que tuvo el Reyno de Navarra. Y sé hablar un poco de Euskera.

Y sé lo que es limpiar a puro pulmón el salón del primer piso, cocinar para eventos, y colocar infinitas mesas y sillas para que los invitados se sientan cómodos.


Pero sobretodo, sé lo que es sentir pasión por una tierra que, sin saberlo, se me metió muy en el fondo de mi corazón. Y sé que nuestro Centro no es un club, sino un Centro... una Casa de Cultura. Repito... no es un club donde se baila bachata, se mira tele, o se hace un bautismo. Es un Centro, donde se baila, se festeja, se juega al mus, a la canasta, a la pelota... o sea, donde vive la cultura Navarra...

No dejemos que nos maten el Navarro (como nosotros le decimos cariñosamente). No dejemos que nadie lo transforme en un simple club. No dejemos que la burocracia se lo morfe, ni que el desinterés lo entierre.

No sé, digo... quizás es solo una sensación.

Al fin y al cabo... soy solo un dantzari.

miércoles, 11 de junio de 2014

Pensamientos un día de lluvia

El mate y yo, fieles amigos, casi inseparables últimamente. 

Es que la realidad es que uno tiene tantas cosas para pensar, para revisar, que ni siquiera en los viajes de casa al trabajo y viceversa podemos hacerlo. Uno prefiere dormir, escuchar música, o en el mejor de los casos leer. Con lo cuál... tomar mate y nada más, es mi mejor momento cognoscitivo. Y con una pc y un espacio en blanco para escribir, es la mejor combinación. 

Incluso, uno puede elegir el tema. Podría pensar en cómo encarar mi carrera. En estrategias para crecer en el trabajo. Hasta tal vez, en ideas para mejorar mi calidad de vida. Yo hoy elegí pensar en algo mas profundo... la muerte.

¿Que pensamos de la muerte? Bueno, hay mucha información al respecto. Por empezar, es mala. Y tarde o temprano nos llega. Y no podemos controlar eso. También sabemos que puede llevarse a gente querida, y por que no... a una mascota. En general, todos probamos alguna vez alguna consecuencia de la muerte. 

Pero hay más que eso. La muerte en realidad es mala para el que se queda. La agonía, que es el paso previo a la muerte en ciertos casos, es la mala de la película. No sabemos que hay mas allá... algunos tienen fe de que hay cosas mejores, otros piensan que cosas peores, y otros que no hay nada. Yo tengo fe que hay algo mejor, pero claro.. es mi opinión personal. 

Entonces, ¿estamos de acuerdo en decir que la muerte no es ni mala ni buena? ¿Y que a todos nos llega? 

Ok. Ahora quiero hacerles una pregunta: ¿Por qué tenemos tanto miedo de hablar de la muerte?


Así como hablar de lo dulce, implica hablar de lo salado, y hablar de lo bueno, implica hablar de lo malo, hablar de la muerte implica hablar de la vida. No nos asustemos... no nos preocupemos...


No nos pre-ocupemos. Ocupémonos que es mejor. La muerte es el final, si se quiere. Y la vida es el mientras tanto. Vivamos... ocupemonos de vivir. Si te da verguenza bailar... bailá, no vas a tener otra oportunidad. Si tenés miedo de hacer algo y fracasar... hacelo, no vas a tener otra oportunidad de intentar.

Pensá que es lo que querés, y chasqueá tus dedos... ¡vas a tenerlo! Y sino, chasqueá mas fuerte. Y si aún no, reemplazá el chasquido de dedos por otra acción... pero hacé algo al respecto. Ocupate...


Leé, jugá al fútbol, hacé chistes, inscribite en el posgrado y aprendé, alquilate un departamento mas grande, compra todos los focos de luz que quieras... si no lo hacés ahora, ¿cuando?



Me duele la garganta de tanto no gritar... Y ahora, que hice una pausa en éste escrito, me duele la garganta de tanto gritar. Pero no nos fijemos en el dolor, fijemonos en lo lindo de hacer lo que se te cante.


Hagamos un trato... vos te ocupás de vivir, y yo me ocupo de vivir. Quizás nos crucemos por ahí, sonriendo, y tené cuidado, porque si se me canta abrazarte fuerte, cagaste.


Adios...

(Ocupado)


miércoles, 23 de abril de 2014

El grito

Un grito me despierta, y no es efímero ni eterno.
Tampoco lo es mi despertar… estoy despertando.
Una voz recalca por enésima vez que me pierdo en el otro,
Cosa que escucho por primera vez.
El grito es de desesperación, pero la música que prosigue es de esperanza.
Un violín susurra que todo va a ir bien. Una guitarra rasguea un acorde de consuelo.
Y un piano me inserta notas de calma.
El grito es un grito ahogado. Estuvo encerrado tanto tiempo que salió casi sin fuerza.
Pero casi me rompe los tímpanos.
Ahogado… pero hay una mano que se estira para sacarte.
El grito es de dolor también. El cáncer se manda de las suyas a veces.
Desespera. Ahoga. Duele.
Cansa.
Y me estoy despertando, y me siento cansado.
Pero no importa, todo bien.
Porque el grito es mío. Y activó alguna parte de mi conciencia.
Y estoy pudiendo ver la luz del día. Estoy pudiendo oler las plantas.
Estoy pudiendo amar. Estoy pudiendo escribir.
Estoy despertando, y cada vez tengo más ganas de estar completamente despierto.
De a poco, más o menos, como dice esa voz que recalca miles de cosas.
Gracias a ese grito, estoy despertando.



Y si, en gerundio.


miércoles, 19 de febrero de 2014

Cap 2: Conociendo el arte.

-Como hice que? - preguntó extrañado Luis, sin haber podido procesar lo sucedido.

-Eso... el coso ese fué volando hacia tu..- y la niña fué interrumpida por el grito de su padre, que la llamó por su nombre. La niña volteó, y comenzó a correr en dirección a él. 

Luis estaba anonadado... tardó en descubrirse a si mismo sentado en la vereda, en posición de indiecito, con su brújula en la mano. No podía creer que la brújula haya ido volando a su mano. Y menos, creer que su deseo se había cumplido.

Se levantó y caminó hacia el banco más cercano. Apoyó en un extremo la brújula, y en el otro se sentó él. 

-Veamos... - dijo, y estiró la mano hacia ella, frunciendo el ceño.

Intentó varias veces repetir lo sucedido, de distintas formas: cerrando los ojos, haciendo la mímica de que agarraba el objeto, pero desde lejos, pensando en el trayecto que debía hacer, haciendo fuerza mental... pero nada tenía éxito. Probó hasta el cansancio... y se acordó que tenía que volverse a su casa porque sino su madre se iba a preocupar. Agarró la brújula con un poco de bronca, y se fué caminando a paso ligero. Su mente pensaba sin cesar...

Llegó a su casa y se metió a su pieza, sin darle atención a los pedidos de explicación de su madre ni al quejido del hamster, que tenía hambre. Sólo se acostó en su cama, y cerró sus ojos.. mientras trataba de evacuar su frustración de alguna manera. 

Él estaba levantado, nuevamente, parado sobre una azotea. Tenía capa... pero se la quitó. La capa lo haría especial.. y él no quería ser especial. Solo quería salvar gente. Vió a lo lejos un robo... y muy decididamente, saltó. Y voló...

De repente se despertó. Ya era de noche.. y su madre gritaba cada vez mas fuerte su nombre.. diciéndole que vaya a comer. 

Y de un salto... fué. 

La vida siguió normal.. hasta el 3er día siguiente al suceso de la brújula. Para ese entonces... pensaba que eso había sido solo un producto de la imaginación. Sin embargo, la vida siempre te sorprende...

Estaba sentado en su pupitre, mientras el profesor de física explicaba las leyes de la cinemática. Al darse vuelta este último para escribir en el pizarrón, vió como Marcos, el más quilombero de la clase, le pone en el asiento una tacha, con el pinche para arriba. Y a Luis no le gustó nada. Y para colmo, el profesor se volvió a dar vuelta, y se dirigió a sentarse. 

Entonces Luis hizo un movimiento con su mano, y la tacha salió volando hacia un costado. Marcos, estupefacto se dió vuelta a mirar a sus compañeros. Su boca abierta lo hacía verse mas retardado. Pero Luis no prestó más atención a nada. Estaba interiormente analizando la situación, con una mezcla de alegría por saber que no se lo había imaginado, y duda, por no saber como lo hizo.

Se miró las manos intentando visualizar una respuesta que no vería. Desde ese momento, no pudo prestar mas atención en clase.

Al salir del aula, fué rápidamente hacia las escaleras, sabiendo que Marcos y algunos chicos mas lo seguían para hacerle las miles de preguntas que tenían en sus lenguas afiladas. Bajó de a varios escalones a la vez, giró en el primer pasillo, y se metió en el aula mas cercana que por suerte estaba vacía. Sus compañeros no lo encontraron por ningún lado.

Luis intentó calmarse sentándose en un pupitre y cerrando los ojos. Infló profundamente sus pulmones, y largó con un silbido gracioso la bocanada que aspiró. Y por fin, pudo sonreir.

Miró alrededor, buscando un pedazo de tiza, que halló debajo del pizarrón, tirado en el piso. Un agradable perfume a libros viejos invadía el ambiente, aunque Luis no lo notó. Siempre andaba un poco resfriado, con la nariz tapada. Agarró la tiza, la colocó en una mesa, y se separó a un metro. Dijo en voz baja, y apuntando con un dedo al objeto, "Movete!". Y no pasó nada.

Luis era un chico listo, y en el lapso de una hora, logró mover la tiza a la perfección. La hizo levitar, haciendo movimientos suaves con sus brazos y manos, casi como danzando.

Así que, cansado pero contento, se dirigió hacia su casa, al encuentro con sus padres. Le esperaba algo complicado... ¿qué dirán sus padres?

El rostro de Luis ya no era de felicidad, sino de preocupación...