miércoles, 19 de febrero de 2014

Cap 2: Conociendo el arte.

-Como hice que? - preguntó extrañado Luis, sin haber podido procesar lo sucedido.

-Eso... el coso ese fué volando hacia tu..- y la niña fué interrumpida por el grito de su padre, que la llamó por su nombre. La niña volteó, y comenzó a correr en dirección a él. 

Luis estaba anonadado... tardó en descubrirse a si mismo sentado en la vereda, en posición de indiecito, con su brújula en la mano. No podía creer que la brújula haya ido volando a su mano. Y menos, creer que su deseo se había cumplido.

Se levantó y caminó hacia el banco más cercano. Apoyó en un extremo la brújula, y en el otro se sentó él. 

-Veamos... - dijo, y estiró la mano hacia ella, frunciendo el ceño.

Intentó varias veces repetir lo sucedido, de distintas formas: cerrando los ojos, haciendo la mímica de que agarraba el objeto, pero desde lejos, pensando en el trayecto que debía hacer, haciendo fuerza mental... pero nada tenía éxito. Probó hasta el cansancio... y se acordó que tenía que volverse a su casa porque sino su madre se iba a preocupar. Agarró la brújula con un poco de bronca, y se fué caminando a paso ligero. Su mente pensaba sin cesar...

Llegó a su casa y se metió a su pieza, sin darle atención a los pedidos de explicación de su madre ni al quejido del hamster, que tenía hambre. Sólo se acostó en su cama, y cerró sus ojos.. mientras trataba de evacuar su frustración de alguna manera. 

Él estaba levantado, nuevamente, parado sobre una azotea. Tenía capa... pero se la quitó. La capa lo haría especial.. y él no quería ser especial. Solo quería salvar gente. Vió a lo lejos un robo... y muy decididamente, saltó. Y voló...

De repente se despertó. Ya era de noche.. y su madre gritaba cada vez mas fuerte su nombre.. diciéndole que vaya a comer. 

Y de un salto... fué. 

La vida siguió normal.. hasta el 3er día siguiente al suceso de la brújula. Para ese entonces... pensaba que eso había sido solo un producto de la imaginación. Sin embargo, la vida siempre te sorprende...

Estaba sentado en su pupitre, mientras el profesor de física explicaba las leyes de la cinemática. Al darse vuelta este último para escribir en el pizarrón, vió como Marcos, el más quilombero de la clase, le pone en el asiento una tacha, con el pinche para arriba. Y a Luis no le gustó nada. Y para colmo, el profesor se volvió a dar vuelta, y se dirigió a sentarse. 

Entonces Luis hizo un movimiento con su mano, y la tacha salió volando hacia un costado. Marcos, estupefacto se dió vuelta a mirar a sus compañeros. Su boca abierta lo hacía verse mas retardado. Pero Luis no prestó más atención a nada. Estaba interiormente analizando la situación, con una mezcla de alegría por saber que no se lo había imaginado, y duda, por no saber como lo hizo.

Se miró las manos intentando visualizar una respuesta que no vería. Desde ese momento, no pudo prestar mas atención en clase.

Al salir del aula, fué rápidamente hacia las escaleras, sabiendo que Marcos y algunos chicos mas lo seguían para hacerle las miles de preguntas que tenían en sus lenguas afiladas. Bajó de a varios escalones a la vez, giró en el primer pasillo, y se metió en el aula mas cercana que por suerte estaba vacía. Sus compañeros no lo encontraron por ningún lado.

Luis intentó calmarse sentándose en un pupitre y cerrando los ojos. Infló profundamente sus pulmones, y largó con un silbido gracioso la bocanada que aspiró. Y por fin, pudo sonreir.

Miró alrededor, buscando un pedazo de tiza, que halló debajo del pizarrón, tirado en el piso. Un agradable perfume a libros viejos invadía el ambiente, aunque Luis no lo notó. Siempre andaba un poco resfriado, con la nariz tapada. Agarró la tiza, la colocó en una mesa, y se separó a un metro. Dijo en voz baja, y apuntando con un dedo al objeto, "Movete!". Y no pasó nada.

Luis era un chico listo, y en el lapso de una hora, logró mover la tiza a la perfección. La hizo levitar, haciendo movimientos suaves con sus brazos y manos, casi como danzando.

Así que, cansado pero contento, se dirigió hacia su casa, al encuentro con sus padres. Le esperaba algo complicado... ¿qué dirán sus padres?

El rostro de Luis ya no era de felicidad, sino de preocupación...