martes, 7 de agosto de 2012

9 de Julio

Buenos Aires, Argentina. Día de sol. Avenida 9 de Julio. Semáforo rojo. Se junta gente que quiere cruzar. Enfrente también. El semáforo demora. Viene más gente por ambos bandos. Cada destacamento mira firmemente el semáforo opuesto, haciendo acopio de fuerzas. “Ánimo, muchachos”, dice un individuo a sus compañeros de acera, “ya llegará el día en que podamos cruzar”. Los demás lo reconocen inmediatamente como su líder. “Quizás algunos mueran en la empresa”, sigue diciendo él, “pero esos quedaran para siempre en nuestros corazones”. El semáforo continúa en el rojo. En frente, el bando contrario designó como líder a una mujer. Su aparatoso tren delantero la hace especialmente apta para violentos impactos frontales con peatones de sentido opuesto. “Estamos contigo, Tatiana” le gritan algunos. “Ese no es mi nombre” contesta ella, pero igualmente lo asume, como Wojtila el de Juan Pablo. Desde enfrente, el otro líder la mira, y le muestra el dedo medio de su mano derecha. Sus camaradas, hombres y mujeres, lo imitan. Algunos tienen binoculares y eligen contra quien vana chocar. Otros despliegan la navaja de su alicate, y la exhiben a modo de proa. De pronto, semáforo amarillo. Un estudiante, de los de Tatiana, pregunta si puede pintar de azul el vidrio amarillo del semáforo que está de su lado, para que quede verde y los del bando contrario, al tratar de cruzar, sean apisonados por los coches. La jefa le pide paciencia, y le asegura que a su debido tiempo ningún adversario quedará en pie. El estudiante recita a García Lorca “verde que te quiero verde”. Por fin el semáforo cambia. “A ellos”, grita el líder de enfrente, “hay que enterrarlos en el asfalto; el sol esta de nuestra parte y ya lo reblandeció un poco”. Ambas cohortes inician su marcha hacia la colisión. Tatiana se acomoda el corpiño. El otro líder acomoda a su gente por orden de altura. “Las mujeres y los niños primeros”, dice. Todos avanzan con paso resuelto. Los autos, inmóviles, observan el espectáculo, y una cuadrilla de niños marginales que habitualmente se dedica a limpiar los vidrios de los coches a cambio de monedas, está ahora levantando suculentas apuestas referidas al desenlace de la cruzada peatonal. Atención, faltan pocos metros. Ya está, ya está. Dos pasos, un paso. Y entonces, súbitamente, todos cambian radicalmente su actitud. Empiezan a pedirse permiso unos a otros y a esquivarse. Se acabó Tatiana. Apenas si se producen algunos roces totalmente inocuos. Nadie cae, nadie es aplastado. Todos llegan a destino, a las respectivas aceras de enfrente, y continúan los abúlicos trayectos que habrán de conducirlos al desempeño de sus estúpidas ocupaciones. Nadie recuerda su intención preliminar. Todos fingen civismo, que cagones.

Prisionero de un destino


Ella, va a ver unos amigos tocar una banda. Hay un señor que se sienta al lado de ella. La triplea en edad. Pero se llevan bien... Termina la noche. Al día siguiente, ella recibe ésta carta, éste poema:

Prisionero de un destino,
desandando el mismo camino
entre el titilar
de las luces del casino
y desde el cielo más lejano
una estrella, una guia
iluminaba los pasos
de la bellisima Estefania!!!

Llegando a la puerta principal
Hizo su entrada triunfal
La Hermosa Estefania
Toda de negro imponente
su presencia le daba
Realce y Brillo
Entre el bullicio
y el murmurar de la gente!!!

La banda empezo a sonar
Con la señal del baterista
los bailarines en la pista
y en la cuerda sonora
era magico, ver los dedos
del primer guitarrista!!!
Este poema quedara de recuerdo de una noche en el casino dedicado a la bellisima estefania
¡¡¡Prisionero de un destino!!!



Gracias Estefi por compartir esta bellísima historia, y este mas bellísimo poema. Sos una muza...

Consejos para entender a los clientes


En esta sección hablaremos sobre aquella especie que es protagonista en nuestras atareadas vidas de Representantes, los muy amados y a veces no tanto "clientes".

Antes de entrar en detalles, es bueno saber algo: Nunca hay que olvidar que nosotros, a pesar de ser clientes de otras cosas, no somos iguales, ni actuamos igual, ya que nosotros estamos de "este lado" del mostrador.

Bien, en estos momentos me estoy preguntando por donde podemos empezar, y la respuesta no se hace esperar. Bueno.. digamos que si tardo en responderme por que si, soy un dolobu. En fin. Bah en principio, ya se!

La clásica "El cliente siempre tiene la razón."

Evidentemente, esta mentira la inventó, como todos se imaginan, un cliente. Pri, vieja colega (vieja por la edad, obvio), nos indica que  "No importa lo que pidan o el disparate que se les ocurra ellos tienen la razón!", con vos indignada y mirada perdida...

El cliente NUNCA tiene la razón. Si el cliente les da la razón, es justamente porque están aplicando otra frase: "Le dan la razón como a los locos".

Señoras y señores, el siguiente ejemplo clarifica la situación:

-"Perdí mi equipo, quiero usar la garantía que pago todos los meses para reponerlo. No, no soy el titular ni traigo el pin."

Analicemos esta oración: El predicado es todo lo que está escrito. El sujeto es tácito. Y un dolobu, claramente. Nosotros procedemos a informarle la situación adversa que enfrenta el cliente. Al pedo, porque nunca va a entender. Acá va la eseñanza. Ellos tienen razón, porque pagaron la factura (la del mes anterior, en ésta tienen 15 días de changui), y porque son cliente hace un año. Eso dicen ellos. Pero nosotros debemos saber que ellos tienen razón, porque dominan el cosmos, y nada los va a hacer cambiar de idea. Quizás se retiran a regañadientes, y quizás, si entienden la situación, putean a algun otro, porque la verdadera frase no es "el cliente siempre tiene la razón", es "El cliente nunca no tiene la razón".

La siguiente cuestión y no menos importante es el clásico "endulzar el oido" al cliente.

No hay cliente que se resista, por mas encabronado que esté, a unos ojitos tiernos y a unos pechos turgentes. Muchos de nosotros no tenemos esos atributos, y tenemos que desplegar otras armas, como el que recién me ha mencionado Sole "le sirvo un cafecito?" (digamos que ella cumple con atributos, pero en una sra no funciona!)

Endulzar la oreja es algo que baja los decibeles de cualquier hombre, mujer, o cliente que se aparezca. Fijaos en la siguiente situación:

-"Si si, hola. Vos también me vas a boludear? Pagué hace 4 días y todavía sigo sin servicio, y fuí a 3 sucursales distintas y ninguna tiene sistema, y encima de todo me llaman de un sector de legales o que se yo para apurarme. Voy a romper todo!"
-"Bueno, permitame un segundo por favor... mientras, sostenga esto y quedeselo."
-"Una fundita de cuero.. oooh. Y gratis? Que bien que te atienden acá, voy a venir siempre acá, y traer facturas para todos! Y de paso voy a recomendar a mis amigos para que tengan este servicio..."

Como podrán observar, a los clientes les encantan las palabras "gratis" y el "te lo hago de onda"! Me imagino cuando nacen sus hijos... que el obstetra les dice :"es un varoncito!", y ellos respondiendo "gratis?".

En fin... el secreto, segun Marce, es la empatía. Uno debe ponerse en el lugar del cliente. En mis épocas lo aplicaba seguido. Los clientes se sorprendían cuando me levantaba e iba hacia ellos, y luego mes le sentaba a upa. Pero ponerme en el lugar de ellos me hacía entenderlos!

Espero que estos consejos les sean de utilidad en un futuro, o en un presente, ya que ésta guerra la tenemos que ganar.

Vamos carajo!

Saludos