lunes, 23 de mayo de 2016

"Naaa que verde, ¡rojo!"

Yo soy de los más tímidos de la clase. Ya sé que todos me quieren, que soy buen compañero, y que todos dicen que soy re bueno. Pero bueno, soy tímido, y eso me juega muy en contra. A las chicas les gusta los chicos copados, como Gonza o Mati... yo soy más tirando a Elías, pero menos gracioso. Admiro mucho la capacidad que tiene Elías para hacer reír a los demás. Y creo que por eso somos tan buenos amigos.

Sin embargo, hoy no vino al cumple. Estamos todos menos él... y yo me siento como un poco solo. O sea, me integro con los chicos, nos reímos, hablamos de las chicas... todos saben que a mi me gusta Ceci. Y todos saben que a Gonza le gusta Ceci. Pero lo peor, es que todos saben que Ceci esta de novia con un chico de la secundaria. Nosotros no tenemos ni chances, somos chicos de séptimo. Yo me conformo con su risa, no pido nada mas.

De repente me encuentro jugando al semáforo. No sé muy bien las reglas, pero por lo que veo (soy muy observador), los chicos se ponen en fila, van pasando las chicas, y nosotros las paramos como si fuéramos un semáforo, y le tenemos que decir un color: Verde para un beso en la mejilla, Amarillo para un piquito, y Rojo para un beso posta. A mi jamás se me hubiera ocurrido decirle a ninguna otro color que no sea verde.

La veo a Ceci en la fila, detrás de Mery. Mery es una chica preciosa, de ojos verdes, muy simpática y buena, y super graciosa. Pero demasiado atrevida para mi gusto. Yo estoy muy nervioso por el verde que le voy a decir a Ceci... un beso en la mejilla de ella podría hacerme parar el corazón.

"Verde", le digo a Yani. Me da un beso en la mejilla tan dulce como olvidable. Era por su posición relativa... 3 antes de Ceci. Sino hasta tal vez me gustaba.

"Verde", le digo a Sil. Me da un beso rápido en la mejilla, su interés está en Nico. Solo falta Mery, y después...

"Verde", le digo a Mery, casi temblando de miedo.

Y mis labios sintieron por primera vez el calor de un beso. Y mi cuello fue rodeado por sus brazos. Y en mi mente solo retumban sus palabras...

Fin. Bah, principio.









A lo que me refiero...

Hoy es una buena noche para escribir.

A ver, a lo que me refiero es que el hecho de no tener que estudiar algo específico para dentro de poco me da la libertad de tomarme este rato. No es que cuando estudio no es un rato para mi, a lo que me refiero es que tengo tiempo verdaderamente de perder el tiempo escribiendo. Bah, perder el tiempo... a lo que me refiero es que lo puedo perder en lo que sea, y decido invertirlo en escribir para mi. no solo para mi, para ustedes también. Escribir en general, no se si me explico. A lo que me refiero es que como yo no suelo escribir para nadie en particular... directamente escribo y me salen las palabras una por una. A veces, después, las borro una por una, pero solo para luego, después, escribir otras. A lo que me refiero es que escribo de una manera poco convencional, dejando de lado un poco la clásica temática axial, y tan solo dedicándome a vomitar y ver qué pasa. Vomitar en un sentido figurado, y poco preciso la verdad, A lo que me refiero es que el escribir sin pensar te permite sacar todo lo de adentro. Es como agarrar la punta del ovillo y tirar, y tirar y tirar. El ovillo cambia de color, de forma, de textura, de color (que ya lo escribí, pero lo escribí de nuevo, y lo borré, pero lo reescribí porque me parecía que quedaba surrealista).

Acabo de escribir un párrafo re fiero. No éste. A lo que me refiero es que me refiero al párrafo anterior a éste.

La gente está re loca chabón.

lunes, 2 de mayo de 2016

La primera vez

Caminaba, con paso firme, por esa vereda de baldosas añejas. Las hojas amarillas brillaban un poco mas por el reflejo de ese sol otoñal, que casi no había aparecido en toda la semana. Sin embargo, el resplandor parecía no hacerme efecto. Ni aunque hayan sido llamas devorándome las piernas me hubiera captado la atención. No en ese momento.

Caminaba, con paso firme y mirada perdida, por esa vereda de baldosas agrietadas. Las hojas amarillas crujían debajo de mis alpargatas. Sin embargo ese crujir parecía mudo, como el otoño en aquellos lugares mágicos, desconocidos aun por el hombre. E incluso, como en aquellos lugares mágicos, conocidos por el hombre... el hombre sordo en esencia. Como yo en ese momento, que podrían estar gritando miles de niños por ayuda, y yo no los hubiera escuchado.

Caminaba, con paso firme, mirada perdida, y de manera ridícula, por esa vereda de baldosas desgastadas. La humedad que dejaron las lluvias incesantes de ese extraño Abril formaba capas resbalosas, peligrosas para caminar normalmente, ideales para reírse del uno mismo. Pero los movimientos bruscos no me sacudieron en realidad. Podría haberme caído de nuca y no haberme levantado nunca mas, y no darme cuenta de aquello.

Caminaba, con paso firme, mirada perdida, de manera ridícula y hasta incluso, tiernamente. Porque mi rostro era una pintura de Van Gogh, con expresiones indefinidas y variantes. Parecía estar muerto de miedo, y corajudo a la vez. Seguro e inseguro. Calmado y nervioso. Parecía estar ahí, y a la vez ausente. Pero no estaba ausente. Estaba en ese rinconcito de la mente tan poco frecuentado... ese rinconcito que algunos llaman felicidad, repitiendo una y mil veces lo que en la siguiente cuadra iba a tener que exteriorizar...

Porque nunca es fácil decirle "te amo" a la mujer que amas.

Y menos la primera vez...