miércoles, 6 de octubre de 2010

Dios no me quiere...




Viajando ayer por capital en un día atestado de manifestaciones y cortes, se me iluminó la lamparita. Por supuesto que con eso no hago nada, solamente gasto energía. Pero bueno, mi cerebro parecía que emanaba luz propia. Un pensamiento me llevaba a otro, formando una cadena interminable de pensamientos… “A esta cadena le voy a agregar un dije y se lo voy a vender a alguno de esos holandeses que andan dando vueltas por MI ciudad…”.
Me tomé el subte. Hacía mucho que no entraba a ese minúsculo espacio de transporte, que es más minúsculo cuando es hora pico. Por suerte me pude sentar apenas entré. Por mala suerte entró una chica con un bebé en los brazos y se lo tuve que ceder. Por suerte mi conciencia me premio con un “Muy bien Migue… sos un caballero”. Por mala suerte mi conciencia me insultó con un “Muy bien Migue… sos un pescado” al notar que el bebé era un cachorrito bebé, y la chica no pasaba los 12 años.
Colgado del sostenedor del subte, y balanceándome por mi cadena sin dije de pensamientos, veía pasar en dirección contraria a los paneles de reducción de sonido que pusieron por el túnel. Me dije a mi mismo “Al volver me voy a tomar un panel de sonido, es mas barato y parece que va igual de rápido…”. Me reí, pues me encuentro a mi mismo muy gracioso.
Quien hubiera pensado que pasados solo 10 minutos llegue a la estación a la que quería llegar? Bueno, calculo que todos, porque no es nada raro. Sin embargo, algo me pasó… sentí un escalofrío tremendo que me hizo temblar todo, al estilo Sandro bailando.
“Habrá gente muerta?”

Llegué rápidamente donde tenía que llegar, hice rápida y eficazmente lo que tenía que hacer, y me fui rápida, eficaz, y automáticamente de donde me tenía que ir.

Llegué a casa. Me cayó la ficha. Me incliné levemente para recogerla, ya que sin esa ficha, el juego esta incompleto. Me senté a tomar unos mates… y entre mate y mate, se me apagó la lamparita. Vi la mancha de humedad, el calefón goteando, la cocina que me salio $240 arreglar, las canillas que pierden, la cortina que queda corta, la mesa que baila, la pc que se tilda, el ventanal que no corre, la heladera vacía, mi tarjeta vacía, mis apuntes inleidos, los pasajes mal sacados, mis proyectos interrumpidos, mis pastillas para sobrevivir…

¿Cómo hace uno para seguir cuando tus pies sangran de tanto tropezar? ¿Cómo hace uno para levantarse del suelo si tus brazos débiles tiemblan tanto? ¿Cómo hace uno para ser feliz cuando vivís intentando y fracasando?

Dejé el mate a un lado.

Dios no me quiere…







Un poco de viento se infiltró por la rendija del ventanal mal puesto, y un aire de esperanza llenó mis pulmones… Suspiré. Y además, sonreí…

Vos, que me conocés y estás leyendo esto, sabés muy bien que puedo vivir con el calefón goteando, con $240 menos y con todo lo demás que detallé. Vos sabés bien que mis proyectos, aunque interrumpidos, los voy a lograr tarde o temprano. Vos sabés bien que una pastilla no significa nada para mi. Vos sabés que yo voy siempre para adelante, y que si adelante hay una pared, la derribo. Vos sabés como soy yo.

Me levanté, y regué a príncipe y a princesa. Y escuché las llaves.

Era Ella, con una cara de cansada terrible. Pero hermosa como siempre…

No, definitivamente. Dios no me quiere.



Me ama.

1 comentario:

Emma dijo...

Que bueno! loco... muy bueno, lo habia leido hace tiempo y lo volvi a releer porque me habia encantado.. que escritor resultaste!!!