lunes, 27 de diciembre de 2010

La casa de la abuela




Me desperté temprano para buscar las llaves. No me acordaba donde estaban, ya habían pasado casi diez años. Me bañé y me sequé el pelo. Me delineé los ojos y me vestí elegante.
Cerca de las once y media le mandé un mensaje a mi hermano diciéndole que ya estaba lista. No nos veíamos desde la pelea con mamá.
A las doce sonó una bocina en la puerta de mi casa. Era él. Me subí al auto y arrancó. Sabíamos el camino de memoria. Llegamos.
Al entrar sentí un olor a torta de chocolate. Pude saborear el glacé de cobertura. Se me llenaron los ojos de lágrimas y sentí un nudo en la garganta.
Recordé mi cumpleaños de 15 años, que festejé en el patio; los días de verano, con 40ºC, en los que no salíamos por nada del mundo de la pelopincho. Las navidades. Las fiestas. Los pijama-parties. Recordé las risas y los llantos.
La extrañaba. La extrañaba muchísimo.
Me sentí una nena chiquita otra vez. Quise volver el tiempo atrás, aunque fuera para despedirme, para pedirle perdón por no estar cuando más me necesitó.
Claro que la extrañaba, después de todo era mi abuela.
Los muebles estaban dispuestos como hacía diez años.
Me dirigí hacia la habitación de mi mamá. Estaba la cama tendida. En la biblioteca había un par de libros, cuadernos y varias fotos.
En el baño había un rollo de papel higiénico puesto. Había también cepillos de dientes con olor a menta en el botiquín.
Entré al cuarto de mi abuela. Me pareció muy grande sin ella. El armario estaba lleno de ropa y zapatos viejos. Un Libro abierto en la mesita de luz y la ventana abierta de par en par.
Mire hacia el patio. Las plantas estaban gigantes, vivas. Sentí el perfume de la dama de noche.
Todo estaba como la última vez que había ido. Era como si el tiempo no hubiera pasado desde el día de su muerte. Como si todo hubiera quedado congelado.
Me puse a pensar. Tuve muchas ganas de mudarme allí. Empecé a hacer cálculos a ver si podía bancar las expensas y todos los gastos. Me arrepentí de no haber ido por tanto tiempo. Tan hermosa que era la casa. Cuando abrí la boca para decírselo a mi hermano sonó el timbre. Era el flete.
Abrimos la puerta. Se llevó todo.
Nos quedamos sentados, hablando de la vida, poniéndonos al tanto. Llegó el tipo de la inmobiliaria para llevarse la llave y los papeles.
Le pedí a mi hermano un minuto a solas. Se fueron.
Miré el vacío. Ya no significaba nada. Me despedí de mi abuela y salí.

Excelente!
10(diez)
-Lua Ribeiro
*A mi entender, una gran escritora. A mi parecer, un gran corazon.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aclaración: El excelente 10 fue la nota del profe de lengua del Cortázar (Mariano Levante), un grosso.
Lua :)